1. Introducción

En varias oportunidades en conversación de amigos de la tercera edad para celebrar algún motivo, hemos escuchado a algunas personas decir que “los bienes que se posee, después de muerto no te van a servir para nada”, y que lo más sensato en darse “una buena vida antes que la parca te lleve”. Hemos constatado que, generalmente es aceptado y aplaudido porque parece muy convincente. Decir lo contrario cuando hay unanimidad, en lo mínimo puede ser desagradable. Se puede poner en evidencia: i) Su falta de sensibilidad con los que no tienen la condición de hacerlo, ii) Que todavía tienen la vida irresuelta y iii) Que la mujer y los hijos, no merecen la herencia que les tocaría. Evidentemente, una forma de egoísmo.

En la sociedad actual, también, especialmente en las clases medias emergentes, circulan frases como «el mundo se va a acabar, así que hay que disfrutar de la vida» o «de muerto no te llevas nada». Estas frases reflejan una mentalidad que prioriza el goce inmediato y el consumo excesivo, a menudo a costa de la responsabilidad ética y la consideración de aquellos que viven en la pobreza. En este ensayo, se examinará críticamente esta mentalidad desde una perspectiva ética, explorando sus implicaciones para la sociedad y los individuos, y se ofrecerán alternativas más éticas y sostenibles para comprender y practicar el «goce de la vida».

2. El goce de la vida en la mentalidad neoliberal

La mentalidad de «gozar de la vida» a menudo se manifiesta en un consumo excesivo y extravagante. En la cultura neoliberal, el éxito se mide a menudo en términos de riqueza material y la capacidad de gastar dinero en bienes y servicios se considera una señal de estatus. Esta mentalidad fomenta una cultura de consumo en la que la adquisición de bienes se convierte en el principal medio de satisfacción personal (Bauman, 2017).

Un ejemplo revelador es la tendencia de algunas personas a gastar grandes sumas de dinero en artículos de lujo, como; Los relojes Rolex, automóviles caros, ropa de diseñador o vacaciones extravagantes. Este comportamiento se presenta a veces como una forma de «autocuidado» o de «vivir la vida al máximo». Sin embargo, esta mentalidad de «gastar ahora, pensar después» puede tener consecuencias negativas tanto para los individuos como para la sociedad en general.

3. Implicaciones éticas y sociales

Desde una perspectiva ética, la mentalidad de «gozar de la vida» a expensas de los demás es profundamente problemática. Ignora las realidades de la pobreza y la desigualdad, y perpetúa un sistema económico que beneficia a unos pocos a costa de muchos. Mientras que algunos gastan en exceso, muchos otros luchan por satisfacer sus necesidades básicas. Esta mentalidad también puede fomentar una cultura de insensibilidad y falta de empatía hacia los menos afortunados.

Considere el caso de un individuo que gasta libremente en compras, alcohol y ocio, mientras que al mismo tiempo, hay personas sin hogar que luchan por encontrar refugio y familias que luchan por poner comida en la mesa. Esta discrepancia revela una falta de consideración por la justicia social y la distribución equitativa de los recursos.

Además, esta mentalidad puede tener consecuencias ambientales devastadoras. El consumo excesivo a menudo va de la mano de la explotación de los recursos naturales y la degradación ambiental. Por ejemplo, la tala de bosques para satisfacer la demanda de productos de madera o la sobrepesca que agota las poblaciones de peces, son consecuencias directas del consumo excesivo (Tortosa, 2011).

4. Una alternativa ética: el desarrollo sostenible y la justicia social

Una perspectiva ética más sólida reconocería que el «goce de la vida» no tiene que implicar un consumo excesivo o la explotación de los demás. En cambio, se puede encontrar un goce más profundo y significativo en la búsqueda de un desarrollo sostenible y la promoción de la justicia social.

Como señala Amartya Sen en su concepto de «desarrollo como libertad», el verdadero goce de la vida se encuentra en la ampliación de las opciones y capacidades de las personas, asegurando que tengan la libertad y los recursos para vivir una vida que valoren (Sen, citado en Griffin, 2001). Esto incluye satisfacer las necesidades básicas, como la alimentación, la vivienda y la atención médica, así como garantizar la educación, la igualdad de oportunidades y la protección de los derechos humanos.

Además, reconocer la importancia de la sostenibilidad ambiental es fundamental para una perspectiva ética. Como argumenta la Ética del Desarrollo, el verdadero desarrollo no se trata simplemente de crecimiento económico, sino de mejorar la vida de las personas de una manera que sea sostenible a largo plazo y que proteja el medio ambiente (Kliksberg, 2002, 2005).

5. Conclusión

La mentalidad de «gozar de la vida» a través del consumo excesivo es antiética y perjudicial tanto para los individuos como para la sociedad en general. Fomenta la desigualdad, la insensibilidad y la degradación ambiental. Una opción desde el punto familiar y personal es gastar el dinero excedente en la mejoría de la sensibilidad artística e intelectual, así como en os cuidados de la salud.

Por otro, una alternativa ética sería adoptar una perspectiva de desarrollo sostenible y justicia social, que busque ampliar las opciones y capacidades de todas las personas, asegurando que puedan vivir una vida digna y significativa dentro de los límites de nuestro planeta. Solo entonces podremos disfrutar verdaderamente de la vida sin causar daño a los demás o al mundo que nos rodea.

Bibliografía

• Bauman, Z. (2017). Vida de consumo. Madrid: Fondo de Cultura Económica.

• Griffin, K. (2001). Amartya Sen: Desarrollo como libertad. Revista de Economía Crítica, (1), 159-163.

• Kliksberg, B. (2002, 2005). Ética y desarrollo: una relación indispensable. En: Ética para el desarrollo. Buenos Aires: Norma.

• Tortosa, J. C. (2011). Maldesarrollo: la ética del desarrollo contra la destrucción del planeta. En: Serie Nuevo Constitucionalismo. Recuperado de: http://www.rosalux.org.ec/…/seri…/209-maldesarrollo.html